La irrupción de la informática en la escuela debería llevarnos a pensar nuevamente en estrategias didácticas, en métodos de enseñanza, en supuestos básicos que subyacen en las prácticas docentes.
Si bien, al pensar en escolarización, se presupone el uso de la palabra escrita, con la utilización de las nuevas tecnologías de la información y el poder multimedia que conllevan, se ha abierto un amplio campo de nuevos soportes, cada uno con su propia semiótica. Se hace sumamente necesario que los alumnos estén preparados para poder interpretar estos lenguajes y no sólo ser consumidores pasivos de mensajes, como ocurre frente al televisor o frente a la pantalla de una computadora; pero, para formar alumnos capaces de un análisis crítico de contenidos multimediales, también es cierto que necesitamos primero formar docentes familiarizados, y por qué no, especialistas en el lenguaje audiovisual. En este sentido, Alicia Entel[1] nos aclara el horizonte cuando dice que es necesaria una jerarquización material, moral y social de la función docente, debido a que, durante años se ha venido produciendo una desvalorización del respeto por lo pedagógico, deshaciéndose en medio de la turbulencia de otros estímulos como los de los medios y, para los cuales, no siempre ha habido respuesta.
El enfoque pedagógico debería centralizarse en “enseñar a tomar distancia”, a tener una mirada crítica de los mensajes y códigos de las imágenes y jeroglíficos mediáticos. Una manera, podría ser generalizar salas de computación en los colegios públicos de tal manera que se conviertan en espacios de investigación, es espacios sociales donde el cuidado de los materiales se convierta en vehículo para poner en juego los aprendizajes de responsabilidad y solidaridad. Estos espacios, para que sean eficaces, requieren aprendizajes previos de sus posibilidades sociales y educativos.
Con un enfoque abarcativo, esperamos incluir a la imagen como forma de aprendizaje en la escuela, un ámbito en donde, como he expresado antes, se la ha excluido y hasta menospreciado, en pos de exaltar a la palabra escrita como eje y centro de la transmisión de saberes.
Ana Abramovsky[2], nos propone una mirada más que interesante sobre una metodología de acercarse al estudio racional de la imagen a través del enfoque del estudio visual, el que abandona a la lectura como medio de abordar conocimientos visuales y estableciendo entre sus postulados que las imágenes no son como textos que se leen, sino que existen un conjunto de sentimientos que provocan en el observador que son imposibles de abarcar con un análisis meramente lingüístico. Abramovsky nos propone incorporar el lenguaje visual como medio de adquirir conocimientos, reconociendo en él, varias características tales como su polisemia, su poder de activar la atención y emociones en el observador, la posibilidad de obtener múltiples significados y, por lo tanto, desde lo pedagógico, multiples recorridos y experiencias con nuestros alumnos y docentes. Si queremos trabajar pedagógicamente con imágenes, debemos tener en cuenta todos estos aspectos de lo visual; se trata, dice Abramovsky de “enseñar y aprender a mirar” viendo a las imágenes desde distintos ángulos sin perder de vista que, como los textos, las imágenes son colectivas y se comparten.
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